El corazón late con más fuerza, la sangre se calienta al
punto de ebullición, la adrenalina nos pone en estado de supervivencia y los
sentidos se agudizan cuando el balón rueda en el rectángulo de asfalto. Así se
vive el fútbol. No se requiere un estadio con gradas repletas de porras y con
la majestuosidad de una construcción al más puro estilo del Coliseo Romano. No,
el fútbol vive sin el glamour, vive sin años de entrenamientos arduos como
otras disciplinas, sin cámaras de televisión, sin patrocinadores, vive también
sin pasto e incluso vive sin nombres ni playeras. Quizás sólo el boxeo se pueda
comparar en la simpleza de su ejecución, no así en la valentía que requiere
levantar los puños en aras de evitar una catástrofe. El fútbol se vive con
balón o sin balón, con una botella vacía, con hombres y mujeres compartiendo al
mismo tiempo el placer de correr y descargar la furia en contra una
portería o un simple par de piedras. No mienten los anuncios cuando dicen que este deporte nos une pues
resulta que su poder de convocatoria es inusual. Real o virtual, el deporte más
famoso del planeta tiene el poder de un imán que atrae a millones. Quizás sea
algún conjuro que antiguos recitaron para castigar a un pueblo... no, un
castigo jamás, el fútbol es sencillamente, una bendición.

No hay comentarios:
Publicar un comentario